martes, 21 de mayo de 2019

Arqueopinto.

20/05/2019.

¡Nos fuimos a Arqueopinto! ¡Gran gran excursión! ¡Qué gran actividad! ¡Qué bien lo pasamos! ¡Cuánto aprendimos! ¡Y cuántas cosas ya sabíamos y le contamos a Samuel, el monitor!

Tuvimos la suerte de que el autobús nos dejara cerquita de la entrada porque su entrada al reciento está permitida siempre y cuando los alumnos que viajan en su interior sean menores de seis años. ¡Cumplimos las normas! Desde el autobús a las instalaciones de Arqueopinto solo había un recorrido pequeñito. El sol nos acompañó y la temperatura era agradable. 

Cuando llegamos allí nos colocamos y se presentó Samuel, nuestro monitor. Nos dijo cómo nos íbamos a organizar y el orden de entrada.

Mientras la otra clase realizaba la visita nosotros nos quedamos un rato jugando y desayunando. Aprovechando que todos los niños que estaban en Arqueopinto estaban de paseo por la prehistoria o realizando talleres nos hicimos una foto con una gran mamut muy adornada.




















¡Hora del desayuno! Todos sentaditos con sus galletas y vasito de agua.
 Comieron todas las galletas que quisieron.


¡Y llegó nuestro turno! Samuel nos indicó que todos teníamos una máquina del tiempo en nuestras manos y teníamos que ponerla en marcha. Tras ponerla en marcha metimos la marcha atrás en el tiempo. Mucha marcha atrás. Mucho tiempo atrás. Pero, ojo, no tanto, tanto como para llegar hasta los dinosaurios.


Llegamos al paleolítico. ¿Qué ven mis ojos? ¿Un mono? ¿Un chimpané? ¿Un orangután? Noooo. Un homínido, un antepasado nuestro que ya se ponía en pie, hacía la pinza con los dedos y estaba toooodo cubierto de pelo.



Samuel nos explicó que nuestros antepasados evolucionaron y cambiaron mucho, mucho hasta llegar a ser cómo somos hoy en día. Nos enseñó unas cuantas calaveras y nos explicó diferencias entre ellas. Al principio los humanos tenían la cabeza muy pequeña y, por ende, el cerebro también.



Estos bombones son unos valientes. ¡Se atrevieron a tocar las calaveras!




Pusimos la máquina del tiempo en marcha pero esta vez hacia adelante un poco hasta llegar al Australopithecus. Este homínido pertenecía aún al paleolítico y nos enteramos de que conocía el fuego, aunque no sabía fabricarlo. 



Con un trocito diminuto de silex bien afilado le cortó un trocito chiquitico de pelo. Karla alucinaba y conservó su mechoncito casi todo el camino.


Santi fue el tercero. Le pusieron una piel encima que era igualita que los "trajes" que se fabricaban estos australopithecus. Se lo pasó bomba.nÁngel también se probó uno de esos trajes. ¡Y ayudó a Samuel a tallar una lanza!


Samuel nos enseñó el cráneo de un antepasado del caballo.






Después nos fuimos a las cuevas. A nuestros antepasados les encantaba pintar sobre las paredes. Samuel nos contó algo muy interesante que siempre se ha enseñado mal: no pintaban con sangre, porque la sangre se secaba y se caía. Pintaban con: pigmentos de origen vegetal como el carbón vegetal, fluidos y desechos corporales como las heces (puajjj), con compuestos minerales como la hematita, la arcilla y el óxido de manganeso, todo ellos mezclado con un aglutinante orgánico como podía ser la resina o grasa (👏gracias, wikipedia).

Estos peques formularon preguntan interesantes.




Máquina del tiempo de nuevo en marcha y hacia adelante para descubrir datos nuevos.
¡Llegamos al Neolítico! En el Neolítico nuestros antepasados eran ya un poco más inteligentes y pensaban mejor. Lograron cosas maravillosas como dominar el fuego, cultivar y domesticar animales.




Samuel también nos enseñó la muela de un mamut y el cráneo de un lobo.


Y también nos explicó que eran escultores. Les gustaba realizar piezas que representaban la figura humana.



¡También eran músicos! Sabían hacer música con una caracola gigante. Pero esta caracola también les servía para comunicarse y llamarse.



Nahele fue otra afortunada en la visita. Le enseñó una lanza más evolucionada y cómo lanzarla.

Mario fue otro valiente afortunado. Le enseñó a manejar un artilugio que les servía para lanzar la lanza más lejos todavía.


¡Samuel era genial! Nos dejó entrar en todas las cabañas pequeñitas.


Jugamos en una cabaña muy pequeñita en la que cupieron los veinticuatro. El monitor nos contó que una vez llegó a meter a treinta y cinco niños.



Pero nuestros antepasados eran cada vez más listos y supieron construir cabañas muuuyyy grandes donde habitaban muchas personas y donde fabricaban fuego, aunque siempre tenían uno que no dejaban apagar.


Además del fuego también tenían armas, vasijas, alimentos... ¡Y plantas aromáticas para esconder los olores raros!



Samuel nos enseñó todos los pasos que seguían para conseguir fuego. Parece muy fácil pero no lo es. A veces les costaba hasta un día entero conseguirlo, de ahí la importancia de tener siempre un fuego encendido dentro de la cabaña y un vigilante muy atento.




Lo de frotar los palitos para conseguir sacar fuego era costoso, así que al final terminaron inventando un artilugio para que fuera más fácil. ¡Parece una peonza!

Y, por útimo, fuimos a ver los animales domesticados que tenían.
Ovejas.


Gallinas.


Corderito con su mamá (palabras suyas textuales).

Más cabañas más evolucionadas.


Espero que os haya gustado. ¡A nosotros nos encantó! Quieren volver seguro. Investigad en su página web porque en breve tienen actividades familiares (14 de junio).

3 comentarios:

  1. Decía Mario que en la prehistoria no había monos, que había otra cosa que no se acordaba del nombre y que andaba. Me parto!!! 😂😂😂 Ahora entiendo el motivo de decir eso. 😂😂

    ResponderEliminar
  2. Jjajajajaj. ¡Qué bonito mi Mario! Disfrutó muchísimo la excursión. Estuvo súper atento.

    ResponderEliminar
  3. Me ha encantado la visita!!he aprendido mucho jajaja. Si que lo pasaron muy bien, Marco llegó emocionado, nos quiere llevar pero dice que tenemos que ir en autobús que con el coche no se puede!!jijiji. Gracias una vez mas...

    ResponderEliminar